Velas litúrgicas: cuándo y por qué son importantes
La luz ha representado siempre un símbolo de gran profundidad e importancia para la humanidad. No existe ninguna religión que no la haya adoptado como un pilar en su mitología; ninguna civilización que no la haya celebrado como símbolo de la vida misma. Aunque hay diversas razones que lo explican, el tema sin duda merece una reflexión más detallada.
Aquí, nos enfocaremos en un tipo particular de luz asociado a la religión y espiritualidad: la luz de las velas litúrgicas.
Desde sus orígenes, las velas han estado presentes en los rituales y ceremonias de numerosas religiones.
Pensemos, por ejemplo, en la tradición judía, en la cual se encienden velas cada viernes por la noche para dar inicio al Shabat, o durante la Fiesta de Janucá (la Fiesta de las Luces), en la que, cada noche durante ocho días, se prende una vela que conmemora la reconsagración del altar en el Templo de Jerusalén tras la liberación de los invasores griegos.
También es común en el judaísmo encender una vela que arde durante 24 horas para honrar el aniversario de fallecimiento de un ser querido, un gesto que se repite en lugares de despedida y memoria, como el tanatorio municipal de Valencia, donde las velas iluminan y acompañan a los seres queridos en sus momentos de duelo.
En el Cristianismo, las velas han cobrado una relevancia aún mayor.
“Dios dijo: ‘Que exista la luz’; y la luz apareció” (Génesis 1:3).
Este es uno de los primeros versículos de la Biblia, en el que Dios Padre crea la luz. Este primer acto de creación es su primer regalo al mundo, una manifestación visible de su Voluntad y Esencia. Donde está Dios, la oscuridad se desvanece. Además, es la luz la que permite ver y admirar la belleza del mundo creado por Dios. Sin luz, la Creación misma perdería su razón de ser y gran parte de su esplendor, ya que un mundo invisible no existe.
Desde este momento de creación, la idea de Dios queda asociada a la luz. Es una luz que ilumina, calienta, da vida, nutre y transforma, haciendo más intensos los colores de aquello que toca.
Las velas litúrgicas están vinculadas a esta noción de Dios como luz y a la imagen de Jesús como la Luz de Dios. Jesús, de hecho, es llamado en las Escrituras “la luz que ilumina al mundo”:
«En él estaba la vida, y esa vida era la luz de la humanidad. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla» (Juan 1:4-5)
«La luz verdadera, la que ilumina a todo ser humano, estaba llegando al mundo» (Juan 1:9)
Jesús también afirmó: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
En este contexto, la luz tiene un sentido espiritual de guía en la oscuridad, de sabiduría y conocimiento de Dios, quien a través de Jesús, se revela a la humanidad, abre nuestros ojos y nos convierte en dignos de Su presencia y gracia.
Jesús también enseñó a sus discípulos: «Yo soy la luz verdadera» y luego, «Vosotros sois la luz del mundo... Que vuestra luz brille ante todos, para que vean vuestras buenas obras y alaben al Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16).
Por eso, es natural que las velas ocupen un lugar destacado en los altares, junto al tabernáculo, y que sean esenciales en los ritos y celebraciones.
Además, la Iglesia utiliza velas en casi todos los sacramentos, desde el Bautismo hasta la Extrema Unción, como símbolos insustituibles.
Queremos explorar las distintas velas litúrgicas, comprendiendo su significado y su importancia en los ritos sagrados.
Vela de Bautismo o Vela Bautismal
El bautismo es el primer sacramento que recibe una persona al convertirse en cristiana. Este rito generalmente se realiza en la infancia si proviene de una familia religiosa, aunque puede celebrarse en cualquier momento de la vida. Su importancia es esencial, pues en él se limpia el pecado original, dejando el alma pura y preparada para recibir a Dios.
Durante el bautismo, un sacerdote pronuncia palabras y realiza gestos rituales que marcan el inicio de la vida de fe del nuevo cristiano. Además, se utilizan varios elementos simbólicos de profundo significado: el agua, que purifica del pecado original; el aceite de los catecúmenos, que se aplica en el pecho como protección contra el mal; el crisma, que consagra al recién bautizado; la vestidura blanca, símbolo de renacimiento y pureza; y la vela encendida, entregada a los padrinos y que representa a Cristo, la luz del mundo.
El simbolismo de la vela bautismal tiene raíces antiguas y refleja varios aspectos de la vida espiritual del bautizado. Primero, simboliza la esperanza de que el nuevo cristiano encuentre la luz de Cristo en su vida (Juan 8:12: «Yo soy la luz del mundo»), una vida guiada por Su ejemplo y Su presencia. La entrega de la vela a los padrinos señala su papel crucial: serán quienes apoyen y orienten al bautizado en su camino de fe, asegurando que nunca esté solo en la búsqueda de esa luz.
Además, la vela bautismal recuerda que el nuevo cristiano debe convertirse en luz para el mundo (Mateo 5:14: «Vosotros sois la luz del mundo»), viviendo de forma ejemplar y dando testimonio de su fe (Mateo 25:1-15, Parábola de las diez vírgenes).
Esta vela bautismal sigue siendo significativa a lo largo de la vida del creyente, acompañándolo en la celebración de otros sacramentos. Funciona como un tipo de “documento de identidad” espiritual, que permite participar en los momentos religiosos más relevantes, marcando así los hitos de su vida cristiana.
Cirio pascual
El cirio pascual se enciende durante la Vigilia Pascual, la solemne misa que tiene lugar en la noche del Sábado Santo hasta el amanecer del Domingo de Pascua, en honor a la resurrección de Jesús. En esta ceremonia, el cirio representa a Jesús como la “Luz del Mundo”, quien, al vencer a la muerte, ilumina el sendero de sus seguidores y les asegura la salvación.
Durante el Tiempo de Pascua, el cirio permanece en el altar y es apagado en Pentecostés, en la celebración de la Ascensión de Jesús a la gloria celestial. Este cirio suele ser de gran tamaño y se adorna con detalles significativos. Después de Pascua, se guarda en el Baptisterio y se utiliza en cada bautismo, donde su llama enciende la vela bautismal entregada a los padrinos, simbolizando el deseo de una vida en la fe y en la luz de Cristo. Además, el cirio pascual se enciende en los funerales, simbolizando la esperanza en la resurrección y la vida eterna.
Velas votivas
Las velas votivas encendidas frente a un altar o ante una imagen de Jesús, la Virgen o algún santo poseen un simbolismo profundo. Más allá de ser una simple ofrenda acompañando la oración, representan una forma de fortalecerla y solicitar una gracia especial. La llama de la vela simboliza al propio cristiano, como un hijo de luz y, por tanto, hijo de Dios. Encender una vela es un acto que refleja el compromiso de seguir el camino de Jesús, siendo una “luz del mundo”.
Además, esta acción de encender una vela votiva expresa el deseo de confiar nuestras palabras y pensamientos al Señor, la Virgen o los Santos, pidiendo su ayuda. La luz simboliza así una guía en momentos de oscuridad o dificultad. Por último, la ofrenda que se hace al encender la vela es un sacrificio que convierte nuestra fe en algo tangible, acompañando nuestra oración con un acto concreto que reafirma nuestro compromiso espiritual.
Vela del Tabernáculo
La luz que ilumina el Tabernáculo merece un enfoque especial, ya que simboliza la presencia de Cristo en su interior. Aunque generalmente es una lámpara en lugar de una vela, y esto podría desviarnos un poco del tema, no deja de ser relevante. Esta luz es una de las más significativas y valiosas en nuestras iglesias, representando la llama viva de Jesús y la fe de quienes lo veneran. Su brillo constante, que permanece incluso cuando dejamos la iglesia, nos asegura que siempre habrá un lugar seguro al que regresar.
Velas de Adviento
La corona de Adviento es una tradición originada en Europa a mediados del siglo XIX para contar las semanas restantes hasta Navidad. La corona está hecha de ramas perennes entrelazadas que sostienen cuatro velas, y cada domingo de Adviento se enciende una de ellas. Al principio, la corona incluía una vela para cada día del Adviento; hoy en día, algunas coronas también añaden una quinta vela que se enciende en Navidad. Esta corona suele colocarse en el hogar, y encender las velas es una actividad que se asigna a los más pequeños de la familia.
Cada una de las cuatro velas representa un concepto y recibe un nombre particular:
- En el primer domingo de Adviento se enciende la Vela del Profeta o Vela de la Esperanza, que recuerda las profecías sobre la llegada del Mesías.
- En el segundo domingo, se enciende la Vela de Belén o Vela de la llamada universal a la salvación, en referencia a la ciudad donde nació el Mesías.
- El tercer domingo es para la Vela de los Pastores o Vela de la alegría, que honra a los pastores, los primeros adoradores de Jesús. Esta vela suele ser de un color distinto de las demás, ya que en este domingo el sacerdote utiliza el color rosa en lugar de morado.
- En el cuarto domingo de Adviento, se enciende la Vela de los ángeles, en recuerdo de los ángeles que fueron los primeros en anunciar al mundo el nacimiento del Salvador.
Velas de la Candelaria
Cuarenta días después de Navidad, se celebra la Presentación de Jesús en el templo, una festividad conocida como Candelaria. Su nombre proviene de un antiguo proverbio popular: “Si por la Candelaria llueve y no hiela, ya está el invierno fuera”, relacionando la fiesta con el fin del invierno y con las muchas velas bendecidas y encendidas durante la ceremonia.
Esta celebración, centrada en la figura de Jesús como la "luz del mundo", tiene sus raíces en un pasaje del Evangelio de Lucas, donde Jesús es llevado al templo y el anciano Simeón pronuncia: «Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel» (Lucas 2: 25-35). Encender velas en Candelaria es, entonces, un homenaje a Jesús como el portador de luz y representa el deseo de alejar las tinieblas.
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